sábado, 9 de febrero de 2013

Si en diez no viene me tomo un taxi

Una de las cosas que me sale mejor es perder colectivos, bien elegido el nombre del blog. Todos los días pierdo uno, el que me hace llegar a horario a trabajar. Otras veces pierdo dos, otras tres, ya estoy acostumbrada. Hace unos días me pasó que perdí cuatro colectivos en apenas dos minutos. Solo hay un par de cuadras de mi casa a la parada, pero los vi pasar a los cuatro, ni me saludaron los forros. Decidí esperar diez minutos antes de tomar un taxi, porque estoy en contra de garpar sesenta mangos en vez de uno con setenta si son las once de la mañana.

Pasaron once de los diez minutos que había decidido esperar, así que me fui caminando hasta la avenida más cercana. Claro, lo que me pasó mientras me alejaba de la parada fue que llegaron dos colectivos, pero ya era tarde para volver, e inclusive para ir en colectivo al trabajo, porque iba a tardar el doble en llegar. Cuando estuve en la esquina en la que tenía que conseguir el taxi, el sol en la cara me distrajo y dejé pasar un par que estaban libres.

El brillo del sol en la cara me transporta como a otro universo, en el que no pasan cosas como ir a trabajar, o ir en taxi a trabajar. Cuando volví de ahí justo pasaba un tercer taxi, lo paré de casualidad, tuvo que frenar de golpe, y me dieron ganas de pedirle perdón por el abrupto. Subí y no hice más que decirle la dirección a la que iba, todavía tenía sueño y pocas ganas de hablar. Parecía que él chofer también andaba sin ganas de hablar porque los primeros minutos se limitó a quedarse callado, agradecí eso mientras duró.

Había salido apurada y sin maquillarme. Hace tiempo adopté el hábito horrible de maquillarme en el colectivo, descubrí que me hace llegar cinco minutos menos tarde a los lugares. Pero lo del maquillaje en el taxi no me cerraba tanto, como sea, era la única opción. Empecé a delienar mi ojo izquierdo cuando el auto se detuvo en el semáforo, no era un buen momento para quedar ciega por pintarme con el auto en movimiento. El taxista, que no tendría más de treinta y cinco años, y sí tenía cara de nada, empezó a suspirar y bostezar exageradamente. Yo estaba demasiado concentrada como para prestarle atención, tardé en terminar de pintar todo el ojo porque leí en un blog con estupideces para minitas cómo maquillarte según la forma de tus ojos, y no puedo evitar seguir los pasos ahí detallados.

Sonó un mega bostezo. - Ay, que sueño que tengo, por favor-. Yo  ahí pensé que, mierda, me habló, y encima mientras intento delinearme, incómodo y cualquiera todo. - Sí, yo también, me acosté tarde. - Ah no, yo no estoy pudiendo dormir. Sufro de ansiedad, me despierto a cada rato. Tres de la mañana y agarro el celular para mirar Facebook, soy un pelotudo ¿no? - jaja, que bajón no poder dormir- fue todo lo que me salió decir. ¿Qué me importaba? No sé, pero enseguida pensé que el tipo debía estar re psiquiátrico y que iba a secuestrarme para luego matarme, y yo con un solo ojo pintado. Lo bueno fue que no le contesté más y él no dijo nada por un rato, terminé de maquillarme, ya faltaba menos para llegar.

- Sí, la verdad que tengo que dormir más, sino no se aguanta. Y ¿dónde trabajás, en un local de ropa? digo, por la zona. - No, en una fundación. - Ah, mirá que bueno -... - Sabés que estoy hablando con una por el pin del celular que tenía una hija de trece años y se le murió. ¿re das idea de lo que es eso? vivir trece años con alguien y que de repente no está más-. No sabía a que venía ese dato perturbador, pero me puso muy contenta ver que faltaban no más de diez cuadras para llegar, y dejar lejos los bostezos y comentarios extraños. Eso es una porquería de viajar en taxi, para los tipos que manejan debe ser malísimo estar ahí metidos mil horas, pero yo no soy de esa gente que gusta de conversar y por eso, bueno, no me hables más y punto, por favor. Cuando vio que yo no le contestaba casi dejó de hablar, hasta que llegamos y me dijo "bueno, son cuncuenta y tres pesos", de esa nunca te salvás. Le pagué, lo saludé con una sonrisa; porque podré no contestarte cuando me hablás pero soy un amor, de verdad, y me bajé.

Gasté todos esos pesos y de todas formas llegué tarde. Estoy empezando a creer que el sentido de la vida es contarle a otros cosas que no les interesa escuchar. La próxima capaz salgo más temprano así alcanzo el colectivo.

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